miércoles, 26 de septiembre de 2012

LA ASTURIANITA



Regina García López nació en Valtravieso (Luarca), una población del concejo de Valdés en Asturias, el 10 de agosto de 1898.
La desgracia se cebó con Regina cuando con sólo 6 años sufrió un terrible accidente en la sierra en la que trabajaba su padre. Una máquina le arranca los dos brazos a la altura de los hombros.
José García Fernández, “El Pachorro”, un indiano con posesiones en la provincia argentina de Tucumán, conoció la desgracia de esta niña y pagó su educación en el Colegio del Asilo de Luarca, junto a 400 niños más.
Regina, preocupada por su futuro, aprovechó cada enseñanza que le dieron. A los 17 años manifestó dos inquietudes: la igualdad de las mujeres y la educación de los niños; y una ambición: estudiar Magisterio. Sin embargo, llegado este momento se vio obligada a abandonar el colegio, teniendo como única alternativa su reclusión en el Asilo de Luarca, donde terminaría sus días rodeada de ancianos y dementes.
En su afán por no rendirse ante un destino tan triste empezó a ejercitar los pies, y en unos meses, escribía, cosía y bordaba con ellos.
En el verano de 1918, el protector de Regina volvió a Luarca, vio sus avances y se la llevó a Gijón a una fiesta de beneficencia presidida por la Infanta María Isabel Francisca de Borbón.
“La Asturianita” comenzó a animar los festivales benéficos y los teatros de las villas de Asturias. En el Jovellanos, con la compañía del circo Evans, llegó a compartir cartel con la cupletista Raquel Meller.
De gira en Badajoz conoció a Juan Dámaso Cisneros y, después de un corto noviazgo, se casó con él y tuvieron tres hijos.
Regina recorrió cuarenta países antes de que en 1935, con sus buenos “cuartos” ahorrados, decidiera regresar a Luarca y dedicarse a tareas filantrópicas que materializaran sus ideas de justicia social.
Conduciendo con los pies un vehículo de gran cilindrada, llegaba a las ciudades en las que actuaba anunciada como “La Asturianita, la mujer que no tiene brazos ni los necesita”. Visitó Turquía, Palestina, Egipto, Uruguay, Brasil, Argentina, Venezuela, Cuba, Puerto Rico y Estados Unidos.
En 1936 inició su proyecto “Selección” para escolarizar a todos los niños y niñas con altas capacidades, evitando que “buenas cabezas” se perdieran en lejanas aldeas. Se trataba de una asociación para la protección de los derechos del niño.
Para recaudar fondos para los niños y niñas de Luarca consiguió un contrato en el teatro de la Zarzuela y viajó a Madrid el 13 de julio de 1936.
Cinco días después, con Regina alojada en la pensión Bellas Artes de la calle Alcalá, comenzó la Guerra Civil... y el principio de su fin.

Durante la Guerra Civil española fue encarcelada por los republicanos en abril de 1937, por negarse a cooperar con ellos en labores de espionaje y por ayudar a personas del otro bando.
Está incomunicada durante 11 meses y sufre una grave crisis nerviosa.
Es recluida en la Sala Segunda de Psiquiatría del hospital provincial de Madrid el 1 de marzo de 1938. Permanece allí junto a otras enfermas hasta el 1 de abril de 1939, cuando fue liberada.
La libertad le duró poco: un día fue al cine ataviada como solía, con un vestido-capa hecho para disimular la falta de brazos. Terminada la película, a los acordes del himno nacional, todos los espectadores se pusieron en pie y levantaron el brazo. En ese momento, y, ante la exigencia de que levantase el brazo como los demás, contestó: “Yo no levanto el brazo ni al mismísimo Franco, aunque me mate”.
Por esta razón vuelve a ser encarcelada, en esta ocasión por los franquistas.
De nuevo se le ofrece trabajar para los Servicios Secretos, pero en este caso en el bando contrario, a lo que Regina se negó de nuevo.
En la cárcel, Regina se dedicó a enseñar a las reclusas que tenían la oportunidad de acercársele.
Regina se encontraba cada vez más cansada y los músculos no le respondían cuando intentaba escribir. Era el comienzo de una enfermedad grave. Le diagnostican tifus exantemático (enfermedad infecciosa producida por una bacteria y transmitida por los piojos).
Regina muere en la cárcel el día 22 de mayo de 1942, sin que hayan quedado claras las causas de su muerte.
Cuando sus hijos pudieron finalmente intentar recoger sus restos para llevarlos al cementerio de su parroquia asturiana, se encontraron con una dolorosa decepción: los restos de Regina habían ido a parar a una fosa común situada al pie del monumento dedicado a los caídos en Filipinas.