domingo, 26 de septiembre de 2010

El hombre pez de Liérganes.


El hombre pez de Liérganes, apodo de Francisco de la Vega Casar, es un ser legendario de la mitología de Cantabria.

La primera reseña en la que aparece el relato del hombre pez es en el volumen VI del Teatro Crítico Universal de Fray Benito Jerónimo Feijoo. Posteriormente José María Herrán escribió un libro titulado El hombre-pez de Liérganes (Santander, 1877). Basado en esta historia tradicional popular.


Según ha llegado hasta nosotros a través de los escritos y la tradición oral, el relato dice así: En el lugar de Liérganes, cercano a la villa de Santander, vivía a mediados del siglo XVII el matrimonio formado por Francisco de la Vega y María de Casar, que tenían cuatro hijos. La mujer, al enviudar, mandó al segundo de ellos, Francisco, a Bilbao, para que aprendiera el oficio de carpintero. Allí vivía el joven Francisco cuando, la víspera del día de San Juan del año 1674, se fue a nadar con unos amigos a la ría. El joven se desnudó, entró en el agua y se fue nadando río abajo, hasta perderse de vista. Según parece, el muchacho era excelente nadador y sus compañeros no temieron por él hasta pasadas unas horas. Entonces, al ver que no regresaba, le dieron por ahogado. Cinco años más tarde, en 1679, mientras unos pescadores faenaban en la bahía de Cádiz, se les apareció un ser acuático extraño, con apariencia humana. Cuando se acercaron a él para ver de qué se trataba, desapareció. La insólita aparición se repitió por varios días, hasta que finalmente pudieron atraparle, cebándole con pedazos de pan y cercándole con las redes.
Cuando lo subieron a cubierta comprobaron con asombro que el extraño ser era un hombre joven, corpulento, de tez pálida y cabello rojizo y ralo; las únicas particularidades eran una cinta de escamas que le descendía de la garganta hasta el estómago, otra que le cubría todo el espinazo, y unas uñas gastadas, como corroídas por el salitre. Los pescadores llevaron al extraño sujeto al convento de S.Francisco, donde, después de conjurar a los espíritus malignos que pudiera contener, le interrogaron en varios idiomas sin obtener de él respuesta alguna. Al cabo de unos días, los esfuerzos de los frailes en hacerle hablar se vieron recompensados con una palabra: LIÉRGANES.
El suceso corrió de boca en boca, y nadie encontraba explicación alguna al vocablo hasta que un mozo montañés, que trabajaba en Cádiz, vino a comentar que por sus tierras había un lugar que se llamaba así. D. Domingo de la Cantolla, secretario del Santo Oficio de la Inquisición, confirmó la existencia de Liérganes como un lugar cercano a Santander. Juan Rosendo, fraile del convento, se encaminó con él hacia Liérganes. Cuando llegaron al monte que llaman de la Dehesa, a un cuarto de legua del pueblo, el religioso mandó al joven que se adelantase hasta él. Así lo hizo su silencioso acompañante, que se dirigió directamente hasta Liérganes, sin errar una sola vez en el camino; ya en el lugar, se encaminó sin dudar hacia la casa de María de Casar. Esta, en cuanto le vio, le reconoció como su hijo Francisco, al igual que sus hermanos que se hallaban en la casa.
El joven Francisco se quedó en casa de su madre, donde vivía tranquilo, sin mostrar el menor interés por nada ni por nadie. Siempre iba descalzo, y si no le daban ropa no se vestía y andaba desnudo con absoluta indiferencia. No hablaba; sólo de vez en cuando pronunciaba las palabras "tabaco", "pan" y "vino", pero sin relación directa con el deseo de fumar o comer. Cuando comía lo hacía con avidez, para luego pasarse cuatro o cinco días sin probar bocado. Era dócil y servicial; si se le mandaba algún recado lo cumplía con puntualidad, pero jamás mostraba entusiasmo por nada. Por todo ello se le tuvo por loco hasta que un buen día, al cabo de nueve años, desapareció de nuevo en el mar sin que se supiera nunca más de él.

martes, 14 de septiembre de 2010

Porfirio Rubirosa


El "playboy dominicano" Su fama de conquistador inspiró el personaje de James Bond.


Bajito de estatura, no especialmente guapo, su persistencia le hacía lograr todo lo que se proponía. Era de la opinión de que para salir con mujeres no había que ser rico sino aparentarlo.Sobre Rubirosa se han dicho muchas cosas pero quizá lo que más nos acerque a su personalidad son las palabras que le dijo a un amigo: "Si tú quieres entablar una conversación con una joven que te agrade, especialmente en la calle, sólo tienes que acercártele y decirle 'Por favor ¿podría usted decirme donde queda la acera de enfrente?', cosa que ella va a encontrar muy extraña y pensará que usted busca un motivo tonto y hasta jocoso para conocerla. De ahí puede surgir una conversación que podría convertirse en una amistad o quién sabe hasta en un romance".
A pesar de no contar con una buena apariencia, su estilo caballeresco, su don de gentes, poseedor de un cinísmo y sex appeal único, gran persistencia, con el don de la palabra y la grata conversación, inició una vida legendaria de playboy al conquistar y casarse sucesivamente con una estela de mujeres bellas y ricas tales como: Danielle Darrieux, Doris Duke y Barbara Hutton. Estas últimas consideradas entre las mujeres más ricas y afamadas de la época.
Sostuvo también relaciones extra-maritales con Jayne Mansfield, Zsa Zsa Gabor, Veronica Lake, Ava Gardner, Marilyn Monroe, Dolores del Río, Kim Novak, Rita Hayworth, Soraya Esfandiary princesa de Irán, entre otras. Su fortuna se amasó principalmente en los arreglos de divorcios que obtuvo cada vez que su relación marital terminaba.
Su último matrimonio fue a los 47 años en 1956 con una actriz francesa de 19 años de edad llamada Odile Rodin.
Rubirosa fue además a costa de sus mujeres, piloto de Fórmula 1 para Ferrari, buscador de tesoros en el mar Caribe, piloto de bombardero B-25, y además un avezado jugador profesional de polo, incursionó incluso como boxeador,fue también embajador en La Habana al momento del triunfo de la Revolución Cubana. Luego de la muerte de Rafael Trujillo se le destituyó de su cargo de inspector de embajadas, en 1962 terminando así una extravagante carrera diplomática.
Murió el 5 de junio de 1965 en un controvertido accidente automovilístico en París en que un testigo informó que el auto deportivo Ferrari descapotable de Rubirosa transitaba a gran velocidad por la avenida y repentinamente dobló y embistió de lleno contra un árbol, algunos dicen que fue un accidente; pero todo apunta a un suicidio.
Galante, encantador, mitad playboy, mitad gigoló, quienes lo conocieron afirman que no hay ni habrá nadie que se le pueda comparar.Una vida de leyenda.