LA ASTURIANITA
Regina García López nació en Valtravieso (Luarca), una población del concejo de Valdés en Asturias, el 10 de agosto de 1898.
La desgracia se cebó con Regina cuando con sólo 6 años sufrió un terrible accidente en la sierra en la que trabajaba su padre. Una máquina le arranca los dos brazos a la altura de los hombros.
José García Fernández, “El Pachorro”, un indiano con posesiones en la provincia argentina de Tucumán, conoció la desgracia de esta niña y pagó su educación en el Colegio del Asilo de Luarca, junto a 400 niños más.
Regina, preocupada por su futuro, aprovechó cada enseñanza que le dieron. A los 17 años manifestó dos inquietudes: la igualdad de las mujeres y la educación de los niños; y una ambición: estudiar Magisterio. Sin embargo, llegado este momento se vio obligada a abandonar el colegio, teniendo como única alternativa su reclusión en el Asilo de Luarca, donde terminaría sus días rodeada de ancianos y dementes.
En su afán por no rendirse ante un destino tan triste empezó a ejercitar los pies, y en unos meses, escribía, cosía y bordaba con ellos.
En el verano de 1918, el protector de Regina volvió a Luarca, vio sus avances y se la llevó a Gijón a una fiesta de beneficencia presidida por la Infanta María Isabel Francisca de Borbón.
“La Asturianita” comenzó a animar los festivales benéficos y los teatros de las villas de Asturias. En el Jovellanos, con la compañía del circo Evans, llegó a compartir cartel con la cupletista Raquel Meller.
De gira en Badajoz conoció a Juan Dámaso Cisneros y, después de un corto noviazgo, se casó con él y tuvieron tres hijos.
Regina recorrió cuarenta países antes de que en 1935, con sus buenos “cuartos” ahorrados, decidiera regresar a Luarca y dedicarse a tareas filantrópicas que materializaran sus ideas de justicia social.
Conduciendo con los pies un vehículo de gran cilindrada, llegaba a las ciudades en las que actuaba anunciada como “La Asturianita, la mujer que no tiene brazos ni los necesita”. Visitó Turquía, Palestina, Egipto, Uruguay, Brasil, Argentina, Venezuela, Cuba, Puerto Rico y Estados Unidos.
En 1936 inició su proyecto “Selección” para escolarizar a todos los niños y niñas con altas capacidades, evitando que “buenas cabezas” se perdieran en lejanas aldeas. Se trataba de una asociación para la protección de los derechos del niño.
Para recaudar fondos para los niños y niñas de Luarca consiguió un contrato en el teatro de la Zarzuela y viajó a Madrid el 13 de julio de 1936.
Cinco días después, con Regina alojada en la pensión Bellas Artes de la calle Alcalá, comenzó la Guerra Civil... y el principio de su fin.
Durante la Guerra Civil española fue encarcelada por los republicanos en abril de 1937, por negarse a cooperar con ellos en labores de espionaje y por ayudar a personas del otro bando.
Está incomunicada durante 11 meses y sufre una grave crisis nerviosa.
Es recluida en la Sala Segunda de Psiquiatría del hospital provincial de Madrid el 1 de marzo de 1938. Permanece allí junto a otras enfermas hasta el 1 de abril de 1939, cuando fue liberada.
La libertad le duró poco: un día fue al cine ataviada como solía, con un vestido-capa hecho para disimular la falta de brazos. Terminada la película, a los acordes del himno nacional, todos los espectadores se pusieron en pie y levantaron el brazo. En ese momento, y, ante la exigencia de que levantase el brazo como los demás, contestó: “Yo no levanto el brazo ni al mismísimo Franco, aunque me mate”.
Por esta razón vuelve a ser encarcelada, en esta ocasión por los franquistas.
De nuevo se le ofrece trabajar para los Servicios Secretos, pero en este caso en el bando contrario, a lo que Regina se negó de nuevo.
En la cárcel, Regina se dedicó a enseñar a las reclusas que tenían la oportunidad de acercársele.
Regina se encontraba cada vez más cansada y los músculos no le respondían cuando intentaba escribir. Era el comienzo de una enfermedad grave. Le diagnostican tifus exantemático (enfermedad infecciosa producida por una bacteria y transmitida por los piojos).
Regina muere en la cárcel el día 22 de mayo de 1942, sin que hayan quedado claras las causas de su muerte.
Cuando sus hijos pudieron finalmente intentar recoger sus restos para llevarlos al cementerio de su parroquia asturiana, se encontraron con una dolorosa decepción: los restos de Regina habían ido a parar a una fosa común situada al pie del monumento dedicado a los caídos en Filipinas.
curiosidades
miércoles, 26 de septiembre de 2012
jueves, 17 de marzo de 2011
Huracán Carter
Disparos de pistola resuenan en la noche en un bar, Patty Valentine desde el piso de arriba Ve al encargado en un charco de sangre Grita: “¡Dios mío, los han matado a todos!”Aquí viene la historia del Huracán.
Cometió el error de estar en el lugar equivocado y en el momento equivocado. Fue acusado de tres asesinatos que no había cometido y sentenciado a tres condenas de por vida en la cárcel. Al cabo de unos años, escribió sus memorias, tituladas “El Round 16”, que inspiraron a tres activistas canadienses (Deborah Unger, John Hannah y Liev Schreiber) que creían en su inocencia para ayudarle a luchar contra la injusticia que se había cometido y que le había hecho permanecer 20 años en prisión.
Patty Valentine fue un testigo importante en el juicio ya que vió el coche de huida dejar la escena del crimen,afirmando que se trataba del coche del boxeador.
Tras un juicio más que cuestionable, 'Huracán' fue a la cárcel. Acababa de ganar al ex y futuro campeón del Mundo del peso medio Emile Griffith. Pero su carrera se apagó.
Pasó de ser un deportista a un icono en la lucha por los derechos sociales.
Manifestaciones por todo el país, con la canción de Dylan convertida en himno, y la pelea de Carter no sirvieron de nada. Hasta 1985 no fue liberado. El juez de Nueva Jersey que lo liberaba declaraba en la sentencia que la condena de carter "estaba basada más en el racismo que en la razón".
Carter salió de la cárcel y desde entonces dedica su vida a combatir las injusticias que él vivió. Hasta 2005 presidió la Asociación para la Defensa de los Condenados Injustamente (ADWC, siglas en inglés) y hoy da charlas por todo el mundo. "Sigue luchando, da igual cuál sea el obstáculo, porque la vida es una carrera de obstáculos que tienes que correr", declaraba recientemente en una charla. "El odio me llevó a la cárcel, pero el amor me sacó de ella", decía. Vive en Toronto, Canadá, y tiene dos doctorados honoríficos en leyes, por una universidad canadiense y otra australiana. Con 71 años, ha vivido lo que nadie desearía vivir. Porque, como escribió Dylan...Esta es la historia del Huracán / el hombre al que las autoridades culparon / por algo que nunca hizo / Lo metieron en una celda / cuando podía haber sido / el campeón del Mundo.
Recibió de la mano de la Federación Internacional de Boxeo el cinturón de campeón de peso welter (medio). Es el único boxeador que recibió este título sin haberlo conseguido en activo.
viernes, 21 de enero de 2011
José María Blanco White
José María Blanco Crespo escritor y teólogo, más conocido como José María Blanco White, nació en Sevilla, el 11 de julio de 1775. Tenía ascendencia irlandesa. Era hijo de los comerciantes Guillermo Blanco, alias White (vicecónsul inglés que se instaló en Sevilla durante el reinado de Fernando VI), y de María Gertrudis Crespo y Neve. Persona muy religiosa y orientó a sus hijas a la clausura, en la cual murieron, y a su hijo al sacerdocio. Estudió con los dominicos y luego en la Universidad de Sevilla, formó parte de la Academia de Letras Humanas de Sevilla. En 1799 se ordenó sacerdote, pese a sus dudas al respecto. Ingresó después en el colegio de Santa María y previa oposición,en 1801 fue nombado capellán magistral de la Real Capilla de San Fernando. Sufrió una crisis religiosa entre 1802 y 1803 y deja de considerarse católico. En 1805 fue a Madrid, en donde obtuvo una colocación sin retribuir en la Comisión de Literatos del Instituto Pestalozziano y fue nombrado preceptor del infante Don Francisco de Paula por un corto periodo de tiempo gracias al favor de Manuel Godoy. Al estallar la Guerra de la Independencia volvió a Sevilla. En 1808 se declara patriota y desde Sevilla colaboró con Isidoro de Antillón y Marzo en la redacción del Semanario Patriótico (1808-1809); sus críticas hicieron considerarle persona non grata por la Junta Suprema de España. En 1809 nació su hijo Fernando, habido ilegítimamente con Magdalena Eguaya, mujer que morirá en 1816. Sin embargo Blanco no se enteró de su existencia hasta 1812, cuando ya se encontraba en Inglaterra, y mandó recogerle para reconocerlo y educarlo allí. En 1810 se marchó a Inglaterra para no volver. En Londres publicó El Español (1810-1814), prohibido en España y donde se mostró crítico con las autoridades españolas y muy comprensivo con los revolucionarios hispanoamericanos que empezaban a levantarse contra España. Su poesía, que refleja el tránsito del neoclasicismo al romanticismo, comprende temas religiosos, patrióticos y filosóficos. Entre su obra destacan: El triunfo de la beneficencia, Elegía a Quintana y Los placeres del mundo. Escribió en inglés Cartas desde España (1822) que no fueron traducidas hasta 1972 un interesante documento sobre la vida española a principios del siglo XIX. Además de Variedades o El Mensajero de Londres (1824-1825), donde reimprime textos medievales españoles, debe citarse su autobiografía que se publicó póstumamente (1845). Menéndez y Pelayo lo sitúa entre los "heterodoxos españoles". El 4 de octubre de 1812 ingresó en la Iglesia de Inglaterra. En 1814 se hace ministro de su nueva confesión. Otra crisis religiosa le acomete en 1819, pero la revolución liberal española de 1820 le hace nuevamente interesarse por su país. Trabaja también como bibliotecario del hispanista Lord Holland y publica importantes artículos sobre literatura española (muy avanzados para su época eran, por ejemplo, los dedicados a La Celestina o a El Conde Lucanor). En 1825, es nombrado Máster of Arts por la Universidad de Oxford en 1826 y se trasladó allí, llevando una vida de predicador. Por influencia de nuevos amigos sacó en 1829 los dos únicos números de “The London Review”. En 1832 se fue a vivir a Dublín, en donde estuvo hasta principios de 1835. Marchó después a Liverpool, abandonó el Anglicanismo y se adscribió al unitarismo.Escribió además algunas novelas en español con seudónimo, como Intrigas venecianas o Fray Gregorio de Jerusalén: ensayo de una novela española, publicada por entregas en las Variedades o Mensajero de Londres, o Luisa de Bustamante o la huérfana española en Inglaterra (1840), que dejó inconclusa. Murió en Liverpool en casa de su amigo William Rathbone el 20 de mayo de 1841.
domingo, 26 de septiembre de 2010
El hombre pez de Liérganes.
El hombre pez de Liérganes, apodo de Francisco de la Vega Casar, es un ser legendario de la mitología de Cantabria.
La primera reseña en la que aparece el relato del hombre pez es en el volumen VI del Teatro Crítico Universal de Fray Benito Jerónimo Feijoo. Posteriormente José María Herrán escribió un libro titulado El hombre-pez de Liérganes (Santander, 1877). Basado en esta historia tradicional popular.
Según ha llegado hasta nosotros a través de los escritos y la tradición oral, el relato dice así: En el lugar de Liérganes, cercano a la villa de Santander, vivía a mediados del siglo XVII el matrimonio formado por Francisco de la Vega y María de Casar, que tenían cuatro hijos. La mujer, al enviudar, mandó al segundo de ellos, Francisco, a Bilbao, para que aprendiera el oficio de carpintero. Allí vivía el joven Francisco cuando, la víspera del día de San Juan del año 1674, se fue a nadar con unos amigos a la ría. El joven se desnudó, entró en el agua y se fue nadando río abajo, hasta perderse de vista. Según parece, el muchacho era excelente nadador y sus compañeros no temieron por él hasta pasadas unas horas. Entonces, al ver que no regresaba, le dieron por ahogado. Cinco años más tarde, en 1679, mientras unos pescadores faenaban en la bahía de Cádiz, se les apareció un ser acuático extraño, con apariencia humana. Cuando se acercaron a él para ver de qué se trataba, desapareció. La insólita aparición se repitió por varios días, hasta que finalmente pudieron atraparle, cebándole con pedazos de pan y cercándole con las redes.
Cuando lo subieron a cubierta comprobaron con asombro que el extraño ser era un hombre joven, corpulento, de tez pálida y cabello rojizo y ralo; las únicas particularidades eran una cinta de escamas que le descendía de la garganta hasta el estómago, otra que le cubría todo el espinazo, y unas uñas gastadas, como corroídas por el salitre. Los pescadores llevaron al extraño sujeto al convento de S.Francisco, donde, después de conjurar a los espíritus malignos que pudiera contener, le interrogaron en varios idiomas sin obtener de él respuesta alguna. Al cabo de unos días, los esfuerzos de los frailes en hacerle hablar se vieron recompensados con una palabra: LIÉRGANES.
El suceso corrió de boca en boca, y nadie encontraba explicación alguna al vocablo hasta que un mozo montañés, que trabajaba en Cádiz, vino a comentar que por sus tierras había un lugar que se llamaba así. D. Domingo de la Cantolla, secretario del Santo Oficio de la Inquisición, confirmó la existencia de Liérganes como un lugar cercano a Santander. Juan Rosendo, fraile del convento, se encaminó con él hacia Liérganes. Cuando llegaron al monte que llaman de la Dehesa, a un cuarto de legua del pueblo, el religioso mandó al joven que se adelantase hasta él. Así lo hizo su silencioso acompañante, que se dirigió directamente hasta Liérganes, sin errar una sola vez en el camino; ya en el lugar, se encaminó sin dudar hacia la casa de María de Casar. Esta, en cuanto le vio, le reconoció como su hijo Francisco, al igual que sus hermanos que se hallaban en la casa.
El joven Francisco se quedó en casa de su madre, donde vivía tranquilo, sin mostrar el menor interés por nada ni por nadie. Siempre iba descalzo, y si no le daban ropa no se vestía y andaba desnudo con absoluta indiferencia. No hablaba; sólo de vez en cuando pronunciaba las palabras "tabaco", "pan" y "vino", pero sin relación directa con el deseo de fumar o comer. Cuando comía lo hacía con avidez, para luego pasarse cuatro o cinco días sin probar bocado. Era dócil y servicial; si se le mandaba algún recado lo cumplía con puntualidad, pero jamás mostraba entusiasmo por nada. Por todo ello se le tuvo por loco hasta que un buen día, al cabo de nueve años, desapareció de nuevo en el mar sin que se supiera nunca más de él.
Cuando lo subieron a cubierta comprobaron con asombro que el extraño ser era un hombre joven, corpulento, de tez pálida y cabello rojizo y ralo; las únicas particularidades eran una cinta de escamas que le descendía de la garganta hasta el estómago, otra que le cubría todo el espinazo, y unas uñas gastadas, como corroídas por el salitre. Los pescadores llevaron al extraño sujeto al convento de S.Francisco, donde, después de conjurar a los espíritus malignos que pudiera contener, le interrogaron en varios idiomas sin obtener de él respuesta alguna. Al cabo de unos días, los esfuerzos de los frailes en hacerle hablar se vieron recompensados con una palabra: LIÉRGANES.
El suceso corrió de boca en boca, y nadie encontraba explicación alguna al vocablo hasta que un mozo montañés, que trabajaba en Cádiz, vino a comentar que por sus tierras había un lugar que se llamaba así. D. Domingo de la Cantolla, secretario del Santo Oficio de la Inquisición, confirmó la existencia de Liérganes como un lugar cercano a Santander. Juan Rosendo, fraile del convento, se encaminó con él hacia Liérganes. Cuando llegaron al monte que llaman de la Dehesa, a un cuarto de legua del pueblo, el religioso mandó al joven que se adelantase hasta él. Así lo hizo su silencioso acompañante, que se dirigió directamente hasta Liérganes, sin errar una sola vez en el camino; ya en el lugar, se encaminó sin dudar hacia la casa de María de Casar. Esta, en cuanto le vio, le reconoció como su hijo Francisco, al igual que sus hermanos que se hallaban en la casa.
El joven Francisco se quedó en casa de su madre, donde vivía tranquilo, sin mostrar el menor interés por nada ni por nadie. Siempre iba descalzo, y si no le daban ropa no se vestía y andaba desnudo con absoluta indiferencia. No hablaba; sólo de vez en cuando pronunciaba las palabras "tabaco", "pan" y "vino", pero sin relación directa con el deseo de fumar o comer. Cuando comía lo hacía con avidez, para luego pasarse cuatro o cinco días sin probar bocado. Era dócil y servicial; si se le mandaba algún recado lo cumplía con puntualidad, pero jamás mostraba entusiasmo por nada. Por todo ello se le tuvo por loco hasta que un buen día, al cabo de nueve años, desapareció de nuevo en el mar sin que se supiera nunca más de él.
martes, 14 de septiembre de 2010
Porfirio Rubirosa
El "playboy dominicano" Su fama de conquistador inspiró el personaje de James Bond.
Bajito de estatura, no especialmente guapo, su persistencia le hacía lograr todo lo que se proponía. Era de la opinión de que para salir con mujeres no había que ser rico sino aparentarlo.Sobre Rubirosa se han dicho muchas cosas pero quizá lo que más nos acerque a su personalidad son las palabras que le dijo a un amigo: "Si tú quieres entablar una conversación con una joven que te agrade, especialmente en la calle, sólo tienes que acercártele y decirle 'Por favor ¿podría usted decirme donde queda la acera de enfrente?', cosa que ella va a encontrar muy extraña y pensará que usted busca un motivo tonto y hasta jocoso para conocerla. De ahí puede surgir una conversación que podría convertirse en una amistad o quién sabe hasta en un romance".
A pesar de no contar con una buena apariencia, su estilo caballeresco, su don de gentes, poseedor de un cinísmo y sex appeal único, gran persistencia, con el don de la palabra y la grata conversación, inició una vida legendaria de playboy al conquistar y casarse sucesivamente con una estela de mujeres bellas y ricas tales como: Danielle Darrieux, Doris Duke y Barbara Hutton. Estas últimas consideradas entre las mujeres más ricas y afamadas de la época.
Sostuvo también relaciones extra-maritales con Jayne Mansfield, Zsa Zsa Gabor, Veronica Lake, Ava Gardner, Marilyn Monroe, Dolores del Río, Kim Novak, Rita Hayworth, Soraya Esfandiary princesa de Irán, entre otras. Su fortuna se amasó principalmente en los arreglos de divorcios que obtuvo cada vez que su relación marital terminaba.
Su último matrimonio fue a los 47 años en 1956 con una actriz francesa de 19 años de edad llamada Odile Rodin.
Sostuvo también relaciones extra-maritales con Jayne Mansfield, Zsa Zsa Gabor, Veronica Lake, Ava Gardner, Marilyn Monroe, Dolores del Río, Kim Novak, Rita Hayworth, Soraya Esfandiary princesa de Irán, entre otras. Su fortuna se amasó principalmente en los arreglos de divorcios que obtuvo cada vez que su relación marital terminaba.
Su último matrimonio fue a los 47 años en 1956 con una actriz francesa de 19 años de edad llamada Odile Rodin.
Rubirosa fue además a costa de sus mujeres, piloto de Fórmula 1 para Ferrari, buscador de tesoros en el mar Caribe, piloto de bombardero B-25, y además un avezado jugador profesional de polo, incursionó incluso como boxeador,fue también embajador en La Habana al momento del triunfo de la Revolución Cubana. Luego de la muerte de Rafael Trujillo se le destituyó de su cargo de inspector de embajadas, en 1962 terminando así una extravagante carrera diplomática.
Murió el 5 de junio de 1965 en un controvertido accidente automovilístico en París en que un testigo informó que el auto deportivo Ferrari descapotable de Rubirosa transitaba a gran velocidad por la avenida y repentinamente dobló y embistió de lleno contra un árbol, algunos dicen que fue un accidente; pero todo apunta a un suicidio.
Galante, encantador, mitad playboy, mitad gigoló, quienes lo conocieron afirman que no hay ni habrá nadie que se le pueda comparar.Una vida de leyenda.
martes, 8 de junio de 2010
El Cristo de la Vega.
Toledo era la ciudad de los sueños de Inés de Vargas y Diego Martínez, dos jóvenes amantes que hacían de la oscuridad su cómplice para poder compartir unos momentos de pasión. Cada noche, el joven salía de su casa, recorría estrechos pasadizos y empinadas callejuelas, hasta llegar a un lugar en el que se vislumbraba un punto de luz de un candil procedente de la habitación de Inés que impaciente le esperaba; antes de que los primeros rayos de luz iluminaran las viejas casonas, Diego abandonaba el lecho de su amada. Así, noche tras noche hasta que un desafortunado incidente hizo que las visitas del joven dejaran de prodigarse. Cierto día tras despedirse de Inés, el joven emprendía su marcha, como de costumbre, deslizándose por el balcón; apenas puso los pies sobre el empedrado suelo, observó entre las sombras la silueta de un hombre que identificó al levantar la vista: se encontraba frente a frente con Iván de Vargas, padre de Inés. Aturdido, salió corriendo sin escuchar los reproches del hidalgo caballero que, encolerizado, instó a Inés a proponer a su mancebo que se casara con ella o jamás volverían a estar juntos. Así se lo hizo saber a Diego quien reaccionó rápidamente ante tales palabras argumentando que en breve partiría a la guerra de Flandes, pero que al cabo de un año volvería y la haría su esposa. Inés quiso hacer más firme la promesa rogándole que lo jurara ante el Cristo de la Vega, replicando él que con sus palabra debía bastar pero si quedaba más satisfecha así lo haría. Juntos se encaminaron hacia la basílica de Santa Leocadia, situada en medio de la vega toledana: traspasaron el umbral y entre gigantescos cipreses llegaron a la capilla en cuyo interior se conserva la imagen del Cristo ante el cual debería realizar su promesa. Se acercaron a Él y guiando ella con ternura las manos del muchacho hasta tocar los pies del crucificado, le preguntó;-Diego, ¿juras a tu vuelta desposarme?Contestó el mozo:-!Sí, juro¡Y así, los dos juntos, con el semblante alegre y las manos entrelazadas salieron del templo augurándose un futuro feliz y prometedor.Pero el destino en ese momento no les iba a ser favorecedor y lo que debía de haber sido un corto período de espera se vio inesperadamente prorrogado: el tiempo pasaba, los soldados iban regresando de la guerra pero Diego no volvía....Tres largos años de interminable espera habían dejado su huella en el bello rostro de Inés, cuya alma no entendía de guerras ni de distancias.Cada tarde, después de visitar la capilla del Cristo, se dirigía a lo alto del Miradero, atalaya desde donde se podía ver a todo aquel que penetrara en la amurallada ciudad, ya fuera por la Puerta del Cambrón o la de Bisagra. Pero siempre se repetía la misma escena: labriegos trabajando en las huertas de la vega, pescadores lanzando sus cañas a las riberas del tajo...pero su amor seguía sin regresar.Un buen día, que nada parecía presagiar, un lejano galopar y una densa nube de polvo la hicieron salir de su abstracción y al alzar la cabeza pudo distinguir la silueta de su anhelado Diego. Poco a poco el ecuestre grupo se fue acercando y ella en una veloz carrera salió a su encuentro comprobando que el jinete que iba al frente de siete lanceros y diez peones, era sin lugar a duda Diego Martínez: -¡Diego, eres tú!Fueron las palabras que salieron de su boca. Él, casi sin inmutarse fingió no conocerla y ante el estupor general siguió su camino.Inés lanzó al viento un grito desgarrador, se desplomó. ¿Qué sucedía? Había una respuesta a comportamiento tan irracional: de simple soldado, el chico había ascendido a capitán y a su vuelta el rey lo nombró caballero.Dueño de una nueva posición social, nada quería que le recordara ya a su humilde vida anterior. La chica no se dio por vencida y varias veces acudió en su búsqueda recordándole su juramento mediante ruegos y amenazas, pero él lejos de apiadarse llegaba incluso a despreciarla.Desesperada y viendo que ya nada surtía efecto se encaminó a exponer su caso al entonces gobernador de Toledo don Pedro Ruiz de Alarcón, quién después de escuchar a los dos sugirió que se le presentara algún testigo. Ante la negativa de ambos, el gobernador dejó marchar al capitán, pero en un último intento desesperado ella imploró:-!Llamadle¡-Tengo un testigo a quien nunca faltó verdad ni razón.-¿Quién?-Un hombre que de lejos nuestras palabras oyó, mirándonos desde arriba.-¿Estaba en algún balcón?-No, que estaba en un suplicio donde ha tiempo que expiró.-¿Luego es muerto?-No, que vive.-Estáis loca !vive Dios¡¿Quién fue?-El Cristo de la Vega a cuya faz perjuró.Un silencio sepulcral inundó la sala y después de unos instantes de perturbación, jueces y gobernador declararon que no podía haber testigo mejor. Junto todos, acudieron al templo: delante don Pedro de Alarcón, le siguen Iván de Vargas, su hija Inés, escribanos, corchetes, guardias, monjes, hidalgos, mozos y chiquillos.Cuando semejante tropel de gente llegó, en la vega esperando se hallaba ya, junto a un grupo de curiosos, Diego Martínez con su espada empuñada, sombrero de cuatro lazos de plata y espuelas de oro. Entraron en el claustro y después de encender los cirios rezaron una oración ante la imagen del Cristo, cuya cruz permanecía apoyada en el suelo, situándose a ambos lados los jóvenes y detrás el gobernador con sus jueces y guardias.El notario se adelantó hacia la imagen, leyó por dos veces la acusación y dirigiéndose al crucificado dijo en voz alta:-Jesús, Hijo de María,ante nos esta mañanacitado como testigopor boca de Inés de Vargas.¿Juráis ser cierto que un díaa vuestras divinas plantasjuró a Inés Diego Martínezpor su mujer desposarla?El Cristo bajó su mano derecha y poniéndola sobre los autos, exclamó:-!Sí, juró¡Todos los asistentes quedaron impresionados al ver la imagen con la mano desclavada y los labios entreabiertos.
Actualmente, puede verse en esta misma posición la imagen del Cristo de la Vega, que se encuentra en la ermita que ostenta el mismo nombre, antigua basílica de Santa Leocadia de construcción visigoda, donde se celebraron varios concilios y fueron sepultados, además de Santa Leocadia, San Julián, San Eugenio, San Ildefonso, San Eulalio, así como varios prelados y reyes visigodos.
Actualmente, puede verse en esta misma posición la imagen del Cristo de la Vega, que se encuentra en la ermita que ostenta el mismo nombre, antigua basílica de Santa Leocadia de construcción visigoda, donde se celebraron varios concilios y fueron sepultados, además de Santa Leocadia, San Julián, San Eugenio, San Ildefonso, San Eulalio, así como varios prelados y reyes visigodos.
sábado, 29 de mayo de 2010
Matthias Sindelar
El jugador de papel o el Mozart del fútbol, el austríaco Matthias Sindelar fue considerado en los años treinta como el mejor jugador del mundo.
Judío, nacido en Kozlov (Moravia) y emigrante junto a su familia en el barrio de Favoriten (Viena) se crió jugando al fútbol en las calles.
Sindelar debutó en la primera división con 15 años en el Hertha de Viena, en 1918, aunque en 1924 pasó al más popular Austria Viena, pero una lesión importante en su rodilla lo obligó a tomar precauciones y a usar protectores, especialmente una rodillera que lo caracterizaba.
Sindelar viviría su peor pesadilla cuando Austria entra en la Anchluss, la inclusión en 1938 de Austria dentro de la Alemania nazi como una provincia del III Reich.
Quedaban apenas tres meses para que se disputara el Mundial de 1938 en Francia, y el Führer, como Mussolini en 1934, ya había advertido del poder propagandístico del fútbol y su utilidad como elemento manipulador. El wunderteam (equipo maravilla), como era conocida la fabulosa selección austriaca dirigida por Hugo Meisl, fue obligado a fundirse con la selección alemana para la gran cita.
Sindelar se negó a formar parte de esa nueva y poderosa Alemania. Simuló lesiones para eludir las convocatorias porque le repateaba el hígado simplemente pensar que antes de empezar el partido tendría que ejecutar el saludo nazi. No quería doblar la rodilla ante los culpables de la muerte de muchos conocidos judíos y, a su manera, con el balón y su destreza, le ganó una batalla futbolística al régimen hitleriano.
Para celebrar la anexión, se disputó un amistoso entre Austria, que se despedía como selección independiente, y Alemania. Esta vez, ninguna lesión salió de la boca de Sindelar para excusar su ausencia. Las crónicas de la época cuentan que los austriacos habían recibido la orden de dejarse ganar, algo que al larguirucho delantero rebelde no le gustó.
Durante el primer tiempo, Sindelar burló a los alemanes, pero cuando llegaba la hora de marcar, tiraba la pelota fuera y volvía a su campo meneando la cabeza como desencantado. En el segundo tiempo, se hartó de la pantomima y empezó su espectáculo con el balón. Un regate por aquí, un sombrero por allá y un gol de vaselina.
Lo más grave, sin embargo, estaba por llegar. Después de anotar el tanto, a Sindelar se le ocurrió bailar frente al palco de autoridades nazis, un gesto ofensivo que enfureció a los allí presentes,interpretado como una deshonrosa ofensa.
Desde entonces, la Gestapo le consideró un elemento subversivo, capaz de arrastrar a las masas en contra del nacional socialismo. Fue perseguido por la policía nazi, hasta que el 23 de enero de 1939 descubrieron su cadáver y el de su esposa, también judía, en su apartamento de Viena. La principal teoría sobre su muerte, que nunca quedó clara, apunta a un suicidio por inhalación de gas. Sindelar no soportaba ya el ambiente en tiempos en los que se avecinaba la guerra a pasos agigantados.
Cuando se supo de la muerte de Sindelar, muchos de sus ex compañeros se encontraban jugando un partido en territorio austríaco y no entendieron que el árbitro parara el juego, pero al darse cuenta del motivo, muchos quedaron tirados en el suelo, llorando y abatidos.
A su entierro, acudieron 40.000 personas bajo fuertes medidas de seguridad porque se temía una rebelión de los asistentes. En Viena, figura la Sindelarstrasse, esa calle del rebelde goleador donde suenan los ecos del poema que le dedicó el austriaco Friedrich Torberg: “Jugaba al fútbol como ninguno/ponía gracia y fantasía/jugaba desenfadado, fácil y alegre/siempre jugaba y nunca luchaba”. Salvo contra la sinrazón hitleriana, a la que burló y regateó dedicándole su gol más sentido.
La revista inglesa World Soccer lo colocó entre los mejores cien jugadores de la historia y la Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol lo denominó como mejor jugador austríaco de todos los tiempos. Un trágico final.Una historia para recordar.
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