martes, 25 de mayo de 2010

Manuel Granero



En mayo tenía que ser, ese mes trágico para la tauromaquia española, y valenciana. Corría el año 1922 y el día 7 del florido mes toreaba en Madrid el nuevo ídolo Manolo Granero, que a sus 20 años estaba considerado ya por la afición española como el número 1 de la torería, nada menos que el sucesor indiscutible de Joselito. El que iba camino de ser un virtuoso del violín, alumno aventajado del Conservatorio de Música de Valencia, y la providencia lo ungió con la gracia de un torero de raza, de época y de leyenda, premonitoriamente vestido de negro y oro, regaba aquella tarde con su sangre el albero de la primera plaza del mundo. Testigos -impotentes- de la tragedia fueron los diestros Juan Luis de la Rosa y Marcial Lalanda. El suceso conmocionó a España entera y dejó paralizada a Valencia. Pero los detalles de la mortal cogida los contaremos más adelante, después de evocar la brillante y corta vida del infortunado valenciano cuyo nombre y efigie quiso su ciudad natal perpetuar en placas y estatuas, quedando como héroe en coplillas, pasodobles y tangos.

Manolo Granero, que había nacido en Valencia el 4 de abril de 1902, pronto compaginó el arco de su violín con el estoque, debutando en Valencia como becerrista a los catorce años, con un resultado espectacular, aunque sería a partir de 1919 cuando su presencia en los ruedos empezó a llamar la atención.La alternativa, pues, no se hizo esperar. Fue el 28 de septiembre en Sevilla y en la Real Maestranza, actuando de padrino el Gallo y de testigo Chicuelo. La crítica se descubrió ante Granero, quien el 22 de abril de 1921 confirmaba su doctorado en Madrid. Ese año llevó a cabo una proeza, al superar todas las marcas establecidas hasta entonces y tomar parte en 94 corridas, por lo que la temporada de 1922 se presentaba para él bajo los más positivos augurios.


el 7 de mayo se anunció en Madrid en la cuarta corrida de abono y en la que sería su decimotercera corrida del año...mal numero para un torero que todo lo tuvo en contra ese aciago día.Granero salió vestido de torero de casa de su amigo el periodista valenciano Manuel Gómez Domingo (Rienzi), A Dolores Redondo, esposa del periodista Rienzi, aquella tarde le ocurrieron dos cosas que la dejaron perpleja. Como cada tarde que toreaba en Madrid Granero, ella se iba a la Iglesia del Buen Suceso a rezar por el torero. Allí le encendió un cirio para que no le pasara nada malo y se puso a rezar. A los pocos minutos el cirio se cayó violentamente al suelo y la mujer se llevó un desagradable sobresalto. Se asustó mucho y sintió que el corazón se le encogía. Dolores optó por regresar a casa y esperar allí el regreso del torero y de su marido. En el momento de entrar a su casa acababa de saltar al ruedo Pocapena. Al llegar allí se asustó aun más al comprobar que en el aparador del salón se había apagado sin causa aparente una lamparilla que le había puesto a la Virgen de los Desamparados antes de salir..Su banderillero Blanquet, que fue peón de Joselito y lo vio morir en Talavera, y después fue subalterno de Granero y también vivió de cerca la tragedia aquella tarde del 7 de mayo de 1922 en Madrid dijo que las dos tardes ambos toreros"olian a muerto".

Dicen que fue una muerte anunciada y que los últimos meses de su vida estuvieron llenos de malos augurios. Como por ejemplo que ese año de 1922 programaran en el Teatro Ruzafa de Valencia dos obras en el mismo cartel: “Granero Club” y “Pocapena”, dos palabras que unos meses antes de la muerte del torero estuvieron juntas en cartel.
Salió en quinto lugar 'Pocapena', del duque de Veragua, El avieso enemigo lo empitonó por el muslo derecho, suspendiéndole en vilo unos metros y arrojándole al suelo, «en donde -cuenta la 'Historia' narrada por 'ABC'-le tiró varios derrotes, uno de los cuales le estampó contra la barrera, cerca del estribo, y allí le volvió a cornear, con tan mala fortuna que le penetró un pitón por el ojo derecho, destrozándole la cabeza contra las tablas.“ Pocapena” y Granero estaban destinados a verse las caras, pues también le correspondió en el sorteo para la corrida anunciada para el 19 de agosto en Ciudad Real. El festejo se suspendió y al año siguiente “ Pocapena” viajó a Madrid.

El féretro fue portado a hombros por los miembros de la cuadrilla desde la plaza de toros a la estación de Atocha para su traslado a Valencia donde una imponente manifestación de duelo le espera en la ciudad de sus amores para rendirle el último tributo.
La llegada a la ciudad del Túria fue apoteósica,y ante un sentimiento popular jamás conocido fue trasladado a su última morada.

Pero esto no termina aquí...El 3 de noviembre de 1960 Manolo Granero había sido desenterrado y se había descubierto con estupor que su cadáver se conservaba incorrupto. La imaginación popular de los valencianos hizo el resto y convirtieron por unas semanas al torero violinista en “santo incorrupto”.
“Yo pretendía saber como se abría el mausoleo para en el futuro hacer algunos arreglos. No pensaba encontrarme con una caja de plata exactamente igual a la de Joselito. Los obreros llevaban más de tres horas intentando mover las piedras, y me pidieron permiso para levantar la tapa del ataúd. La sorpresa fue extraordinaria, pues pensaba encontrarme con un montón de huesos y vi allí aquella cara que era la suya, la misma que tenía amortajada al día siguiente de la cogida. A los obreros se les cambió el color de la cara. Palidecieron... Y yo me quedé muda,contaba Consuelo hermana del torero.No pude resistir y rompí a llorar. Mejor hubiera sido no verlo... ”.Lo cierto es que el hecho suscitó un gran revuelo en Valencia, tanto que la misma Iglesia valenciana presionó al Ayuntamiento de la capital para que se creara una Comisión que investigara lo ocurrido, pues toda Valencia quería elevar ya a los altares al pobre Manolo Granero. El médico forense municipal, un tal Luís Valls, reconoció que se trataba sin duda de un caso muy raro y singular, pues la incorruptibilidad de los cuerpos solía darse cuando estos eran enterrados bajo tierras calizas, pero este no era el caso.Días más tarde y tras interrogar una y otra vez a doña Consuelo se encontró una explicación científica y lógica a este inusitado suceso. Ella misma relató que el torero fue embalsamado varias horas más tarde de su muerte en la misma enfermería de la Plaza de Toros de Madrid, para que el cadáver fuera trasladado a Valencia de manera adecuada. El embalsamamiento fue realizado por los doctores Manuel Fritz y Enrique Slocker. Doña Consuelo Granero, dio aún mas detalles sobre el asunto, pues al parecer la familia tuvo que pagar por este trabajo nada menos que la cantidad de 7.500 pesetas de aquellos años, una cantidad desorbitada para 1922, por lo que hace pensar que estos dos doctores eran unos especialistas extraordinarios que hicieron su trabajo a conciencia.Así pues, con las explicaciones científicas que se dieron y que fueron publicadas en los periódicos locales, se fue apagando poco a poco el fulgor popular sobre la “santidad” del desafortunado Manolo Granero, que finalmente no fue proclamado “santo” por la Iglesia, pero el hecho en sí dejó pasmados durante unas semanas a toda Valencia. A pesar de todo, no deja de ser extraordinario que después de 38 años se mantuviera incorrupto e intacto el cuerpo del torero.

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